jueves, 19 de febrero de 2009

Día sin incidencias pero si de gastos el de hoy. Tras cumplir con la rutina de las clases, pongo en marcha lo planeado ayer y me dirijo a la biblioteca para coger unos manuales y libros. Voy con la intención de sacar los 5 que, como máximo, me permiten. Salgo con 2. ¿La razón? Se me viene el alma a los pies cuando veo los manuales de Gilson, Copleston y Lesky... está claro: el saber sí que ocupa lugar... y pesa.
Me dirijo después a la biblioteca. Busco unos 6 libros y sólo encuentro uno, para estética, Cartas sobre la educación estética del hombre, de Schiller, que viene junto a su otra obra Kallias. Sin embargo, me vuelve a invadir esa sensación de embriaguez de conocimientos al ver tantas obras de semejante calibre juntas y no puedo evitar el ceder a un impulso y comprar algunas obras. Pero no tengo ni dinero ni fuerzas para llevarmelas todas, por lo que me veo obligado a escoger. No puedo resistirme así a coger La rebelión de las masas, de Ortega, y dos versiones de El Príncipe, de Maquiavelo.
Salgo y reflexiono sobre la posesión de objetos... llego a la conclusión de que querer libros no es pasión por lo material, sino que es amor por la sabiduría, inmaterial. Conjuntamente a estas reflexiones sobre lo material e inmaterial, sigo leyendo el Fedón. Apasionante, Sócrates siempre me encanta... sereno hasta en el momento de su muerte, riendo incluso. Las teorías acerca del alma no son fáciles de entender, pero con perseverancia uno ve que no dejan de ser preciosas.
No obstante, el sueño me invade en el tren y cuando llego a mi casa, desisto de comer (tengo bastante con lo poco que me he llevado a la universidad) y tras ordenar los libros y ojear unas cosas, me rindo a Morfeo durante hora y media. Cuando me levanto, vuelvo al Fedón y tanto me absorve que incluso se me olvida hacer la cena a mi y a mi hermano, el cual está tan cansado de su excursión que, socráticamente, en vez de mandarme a paseo, lo toma con serenidad y decide acostarse.
Por otra parte, mañana, en vez de dormir hasta las 9, al no tener clase a primera hora, me toca madrugar para ir a la radio de la Complutense... confío en que la experiencia valga la pena, pues claramente esta semana lo que necesito es dormir.

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